martes, 20 de septiembre de 2011

La supervisión gestáltica

Para adquirir la habilidad de terapeuta son necesarios 4 factores; el aprendizaje teórico, el proceso personal, la supervisión y la explicitación por parte del profesional experto de por qué hizo esto o aquello.
Dentro de las múltiples dificultades que se encuentra el terapeuta a la hora de la psicoterapia son; falta de conocimientos teóricos, rigidez e inflexibilidad con pacientes de carácter similar a él y los mecanismos defensivos del terapeuta.
Sobre quién y cómo supervisa; lo hace el experto, aquel profesional que tiene mayor conocimiento, que ya ha andado el camino, que tiene mayor trabajo personal y experiencia en el trabajo psicoterapéutico y en la vida. Aquel que tiene una visión más amplia. Existen prácticas supervisadas en las que el alumno está siendo visto por compañeros y supervisor, que puede parar el ensayo terapéutico para consultar o el supervisor lo puede cortar para dar instrucciones (aunque no lo recomienda Peñarrubia). Al finalizar la sesión, es analizada por compañeros y profesor para hacer crítica del terapeuta, no del paciente. Por otro lado está la supervisión de prácticas, que es un trabajo riquísimo tanto para terapeuta como para supervisor; ahí se afina el trabajo del maestrante, se ve haciendo terapia y aprende de sus errores.
Que se supervisa? Del terapeuta: Las actitudes del terapeuta, su darse cuenta, su actividad. Capacidad de apoyo, compasión,  recursos confrontativos, saberse utilizar como herramienta del proceso. La relación Yo-Tu, su calidad, la presencia, es decir, si no se viajo con el rollo de la teoría o pensando en otra cosa menos en el cliente. El contacto, sus proyecciones. La neutralidad más que una atención flotante; la capacidad de no engancharse.
El carácter del terapeuta, sus patologías y mecanismos de defensa por lo que conocer el eneagrama y su tipo de personalidad ayuda a supervisarlo desde ahí. La forma en la que entiende, siente y actúa.
He aquí los tipos;
1.    Perfeccionista. Convierte su agresión en exigencia hacia el cliente. En vez de decirle que mejore que le diga aquello que le molesta o le tensa para humanizarlo y tener una relación mas cálida. Aceptar que se puede hacer lo que se puede hacer, no todo de golpe.

2.    Seductor. Despenalizarle su seducción, hacerla consciente. Frenar su tendencia a hacerse ‘amigos íntimos’ del cliente.


3.    Técnico-Formal. Animarle a que se ‘caliente’ en la sesión, que se deje emocionar y trabaje desde sus sentimientos. Que deje de ser buen ingeniero entrenado en el robot de enfrente. Lo animo a equivocarse.

4.    Dependiente. Frustrarle sus demandas ‘que tengo que hacer, lo hago mal?, como mejorar’. Deshacer la retroflexión. Animarlos a utilizar su maldad para denunciar la toxicidad del paciente. Que estudien y entiendan los procesos intelectualmente en vez de estar afincados en la inseguridad y auto-descalificación.


5.    Desconectado. Hay dos tipos, el paralizado, descomprometido. Con este hay que ser confrontativo para que utilice su capacidad. El otro tipo si tiene actividad y muestra compromiso pero tiene miedo de ir mas allá o a las consecuencias. A estos hay que alentarles su parte 8’eso que estás viendo, dilo’ ‘eso que está pasando, que te cae mal, denúncialo’.
6.    Ambivalente. Despejar sus dudas sobre si lo que ha hecho es o no adecuado. Tiene miedo a intervenciones concretas en momentos determinados. Se busca que confíen en sí mismos a través de actuar puntualmente.

7.    Suave-Narcisista. Corregirle su tendencia al happy end. Les encanta hacer terapia pero no para ayuda al otro sino para su propia satisfacción. Necesitan trabajar si red, sin planeación, sin control, actuar con más riesgo centrados en el aquí y el ahora.


8.    Duro-Narcisita. Les viene bien reflexionar sobre los antecedentes y también por donde pueden ir las cosas más adelante. Prefieren la excitación de lo imprevisto y detrás de esa resistencia hay vergüenza a sentirse poco intelectuales o torpes en lo discursivo.

9.    Sobreadaptado. Que puedan tomar distancia entre los pacientes y ellos. Animaros a ser ‘malos’, no enfriando la actitud amorosa que los caracteriza. No ser complacientes con las exigencias del paciente. Que confíen en su intuición y lo hagan.

El estilo personal del terapeuta. Se trata de afinar el estilo terapéutico personal, no crear terapeutas en serie. Hay que hacer énfasis en dos intervenciones del buen terapeuta; apoya y frustrar y confrontarlo en la supervisión. La forma en la que confronta; agresiva, con humor, mediante el vacio. Y la forma en la que apoya; con palabras o con contacto físico.
Del paciente: El paciente no se supervisa, si es “bueno o malo”. La patología presente; hay quienes se basan en sus características para “clasificarlos” dentro de algún padecimiento. Peñarrubia sugiere usar el método del Eneagrama, que es un mapa de la personalidad que nos dice de que pata cojea el venado –por así decirlo–. Nos ayuda analizar mejor su problemática. Áreas de dificultad y de dolor no percibidas por el terapeuta. Manipulaciones del paciente.
Del proceso: Asuntos bibliográficos, que ha ido sucediendo, intervenciones del terapeuta o propuestas de trabajo, aspectos transferenciales (paciente-terapeuta y viceversa). Encuadre grupal si se trata de proceso de grupo; por qué fases ha pasado y está pasando el grupo.

Técnicas de supervisión:
Rol Playing es la técnica en la que se reproduce la sesión o situación de conflicto en forma de psicodrama.
Catarsis controlada se le llama a la descarga del terapeuta sobre el paciente, en la comodidad y seguridad de la sesión, de sentimientos conflictivos que ha acumulado y que con frecuencia retroflecta y bloquea.
Preguntas exploratorias como; en qué se distrajo? Como desestimo su intuición o su percepción, qué temores o fantasías catastróficas quebraron su presencia? En qué momento dejaste de acompañar al paciente? Cuál es la intencionalidad del terapeuta como; Qué quieres que ocurra? Qué estas intentando que le suceda al paciente?
Revisión de la hipótesis de trabajo diferente a revisar estrategias. Se trata de revisar cual es, detrás de intervención del terapeuta, la hipótesis de trabajo.
El terapeuta loco y el sano; “si fueras un terapeuta loco que harías en esta situación o con este paciente” que se entrene en jugar a ser un terapeuta provocador o malintencionado, o que exageren su seducción o su desinterés por el paciente. O por el otro lado, incitarlo a proyectarse en el terapeuta sano que puede llegar a ser “imagínate que han pasado los años y eres un terapeuta más maduro, estas más en paz contigo, tienes más libertad interior, ¿cómo resolverías esta situación?”.

Por Angelica Gonzalez

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